El Sentido de la Bioética
¿Perfección Plástica?
Ética de los Implantes de Busto
Abril 2008. En los últimos diez años el número de mujeres que se han realizado agrandamiento del busto se ha elevado dramáticamente. Durante 2007, cerca de medio millón de mujeres han decidido someterse a este tipo de cirugía opcional. Muchas de estas mujeres parecen convencidas de que los implantes de busto son una manera fácil de fortalecer su autoimagen. En palabras de una de ellas, “Me puse implantes para recuperar mi confianza y sentirme bien respecto a mí misma”. La creciente popularidad de este tipo de cirugía plástica, sin embargo, da lugar a una constelación de preocupaciones médicas, cuestionamientos éticos, y problemas personales/espirituales que tal vez requieren ser confrontados cuando se presenta la tentación de practicarse un agrandamiento del busto.
Por regla general, debe existir una razón terapéutica convincente cuando se opta por someterse a un agrandamiento del busto, ya que la cirugía y la anestesia siempre implican riesgos. La cirugía para implante de busto no es considerada “terapéutica” en el sentido tradicional, excepto en mujeres a quienes se les ha practicado mastectomía o que han sufrido algún otro daño en el busto, en cuyo caso el procedimiento verdaderamente puede representar una terapia reconstructiva o reparadora. Los implantes, desde luego, son cosa seria –cirugía real con efectos colaterales reales y cosas extrañas que pueden salir mal. Estos implantes pueden romperse, presentar contracciones capsulares o generar secreciones. Además, ciertamente no son una solución definitiva pues periódicamente tienen que ser reemplazados. La decisión de recurrir a los implantes, particularmente en edad temprana, es casi una garantía de cirugías posteriores.
La decisión de incrementar el tamaño de los senos, en este caso sanos, genera varias inquietudes médicas y éticas. Los implantes pueden hacer más complicada la realización de mamogramas. Algunas mujeres reportan que los implantes les hace más difícil el autoexamen de los senos. En el pasado, el relleno de los implantes era frecuentemente de silicón, y cuando estos se rompían, algunas mujeres presentaban problemas en su sistema inmunológico y otras dificultades asociadas a la filtración del silicón dentro de su cuerpo. Tanto el implante como la cirugía pueden afectar también al propósito y adecuado funcionamiento de los senos al causar insuficiencia durante la lactancia, así como otras complicaciones relacionadas con la alimentación al seno materno.
Las mujeres que sienten una fuerte necesidad de aumentar el tamaño de su busto tal vez también estén enfrentando problemas internos de tipo personal y espiritual que tienen que ver con su autoimagen. Todos somos muy perceptivos a la reacción de las personas hacia nuestra apariencia cuando nos ven por primera vez, y una reacción negativa puede dañar nuestra autoestima. En la sociedad actual la gente atractiva frecuentemente recibe trato preferencial, lo cual es particularmente cierto para las mujeres. El resultado es una presión muy peculiar sobre ellas: por una parte, son valoradas por su belleza y se sienten obligadas a ajustarse a ese ideal social; por otra parte, en ese esfuerzo por lograr el ideal, la opción de aumentar quirúrgicamente el tamaño del busto parece que va demasiado lejos, que cruza el límite de lo ético al indicar que las mujeres deben alterar en formas muy radicales sus cuerpos sanos para poder adecuarse a lo que se muestra en televisión o en las relumbrosas revistas femeninas. El hecho de que los hombres están usando cada vez más la pornografía puede estar contribuyendo también a esa presión para parecerse a las imágenes digitalmente agrandadas e hipersexualizadas que aparecen en la pantalla de la computadora. Una dama comentaba en una ocasión: “Si tus amigos hacen chisme de tu busto plano, lo que necesitas es cambiar de amigos, no de busto”. Someterse a un procedimiento quirúrgico de esta naturaleza puede inclusive entenderse como una automutilación carente de ética con tal de conseguir algo que, ante tantas presiones fuera de orden y de razón, se percibe como bueno.
Otra dificultad es que las cirugías de implante frecuentemente no atienden a los verdaderos problemas de autoimagen que la mujer puede estar enfrentando. Algunas de estas personas que buscan la llamada “perfección plástica” pueden ser propensas a la insatisfacción consigo mismas, para empezar. Determinarse a hacer que el cuerpo se ajuste a una medida visual y externa de belleza puede parecer que abre un nuevo nivel de atención y afirmación por parte de los demás. Sin embargo, también puede conducir a una superficialidad y a un enfoque en sí mismo nada saludable. Recuerdo el relato de un joven que se aficionó bastante al fisiculturismo y al levantamiento de pesas. Trabajó muchos y largos meses para aumentar su tono muscular y desarrollar su físico haciendo ejercicio con diversos aparatos. Hasta que se dio cuenta de que su determinación era ya tan intensa que había llegado a convertirse en un comportamiento completamente egocéntrico, al grado de que siempre que pasaba frente a un espejo no podía evitar flexionar sus músculos para ver si habían aumentado algo desde la última vez. Un egocentrismo y una vanidad similares pueden aparecer también en la mujer que se enfoca demasiado en su figura y en su perfil.
Una vez hecho el aumento quirúrgico puede haber un periodo de “luna de miel” en el que la mujer esté complacida con el resultado. Después de esto, ella fácilmente puede reajustarse a una nueva línea base de intranquilidad y descontento. Quizá requiera otra cirugía, otra inyección u otro tratamiento, sólo para darse cuenta de que nada de esto “llena el vacío”. Siempre hay la posibilidad de fijarse en algo más que requiera ser alterado antes que permitirnos sentirnos bien como somos y aceptar lo que se nos ha dado.
Frecuentemente hay incomodidad, quizá hasta desagrado, ante el hecho de que algunas mujeres verdaderamente quieren realizarse estas cirugías por elección. La falla psicológica aquí, podríamos decir, es más fea aún que cualquier “falla” que se perciba respecto al tamaño del busto. Una autoimagen negativa puede ser muy difícil de superar, y los implantes fácilmente tientan con una respuesta, aunque falsa.
Por último, en estos debates sobre los implantes de busto parecen entrar en juego también falsas nociones de belleza. Creo que fue Albert Einstein quien remarcó que más allá de lo que percibimos con nuestros ojos, “hay algo que nuestra mente no puede alcanzar y cuya belleza y excelsitud nos llega sólo indirectamente”. La tentación de reducir la belleza femenina a una medida plástica y externa es ciertamente no darse cuenta de que la belleza física de la mujer está para ser apenas un leve indicio que señala hacia una perdurable belleza interior. Su imagen externa siempre tendrá alguna relación con la mujer que es y quiere ser, pero esa imagen necesariamente es parcial e incompleta, y debe impulsar a toda mujer a esforzarse por llegar a tener y desarrollar la belleza femenina interior y la virtud, que están dentro de ella misma.